martes, 17 de noviembre de 2015

Explicando la ciencia ficción







En el programa de radio "El Explicador" de divulgación científica del pasado 4 de septiembre de 2015,  se expusó un punto de vista acerca del valor de la CF.
Es muy interesante conocer la perspectiva de un outsider, de alguien que no es cienciaficcioñero, así que transcribí esta exposición (por cierto, el programa acaba de ser cancelado de la estación de radio que lo transmitía, pero "El Explicador" sigue produciéndose como podcast en su sitio www.elexplicador.net y en iVoox.
Aquí la transcripción:









La opinión mainstream es que la ciencia ficción es medio ridícula y absurda; muchas veces de tan ridícula es intrascendente, que es mejor dedicarle nuestro tiempo de lectura a la buena literatura clásica. Lo primero que se debe tener en cuenta que el leer ciencia ficción no implica ya no leer obras clásicas o de otro género: leer CF no implica sustituir las obras que leemos.

Leer buena literatura de cualquier género es siempre algo muy enriquecedor. Para comenzar da una perspectiva diferente para enfrentar las dificultades de la vida, el saber ponerle palabras al desencanto, el dolor y la alegría hacen que la vida sepa mejor y la literatura ayuda a eso; sea de la época que sea.

La literatura de CF, a primera vista, sí parece ridiculona; en muchas obras se describen hechos que son materialmente imposibles: cruces entre especies extraterrestres y humanas, habitantes en las superficies de estrellas y estrellas de neutrones…, pero la CF tiene algunas características, algunas virtudes que no se encuentran en la literatura clásica: la CF generalmente mira hacia el futuro, hacia lo desconocido, más allá de la frontera de nuestra experiencia diaria, e inevitablemente esta visión está distorsionada. Cada vez que hemos tratado de mirar más allá de nuestra realidad, por ejemplo, cuando escribimos mitología, siempre acabamos inventando seres fabulosos: dragones, serpientes emplumadas…, depende de la mitología que se trate; cada vez que tratamos de mirar más allá de los límites de lo que nos es familiar acabamos inventando cosas raras, es algo natural. La CF moderna se basa en lo que sabemos de la naturaleza del universo para proyectarlo hacia una realidad extraordinaria. En las décadas más recientes el signo de la sociedad humana ha sido el de progresar hacia lo extraordinario; hay que tratar de observar al mundo moderno con la mirada de nuestros abuelos: aviación comercial, computadoras, telefonía celular; tan sólo hay que tomar en cuenta que hace apenas cincuenta años las computadoras más poderosas eran del tamaño de un refrigerador, los smartphones actuales son computadoras miles de veces más poderosas y miles de veces más pequeños y portátiles. El signo de la sociedad ha sido un progreso continuo, un avance de lo cotidiano hacia lo inesperado, lo sorprendente, lo espectacular. Dentro de poco vamos a manipular nuestros propios genes y con eso entre otras cosas vamos a empezar a manipular nuestras emociones, a escoger los sentimientos que queremos tener; eso es algo inimaginable para una persona que vivió en la década de lo 70s, 80s o 90s del siglo pasado.

La CF, efectivamente, tiene algo de grotesco, de ridículo, inevitablemente, al igual que lo tiene Quetzalcoatl, pero tiene las mismas virtudes que la mitología del pasado. Nos ayuda a ver más allá del límite de nuestra vida diaria, nos ayuda a soñar con un mundo diferente.

A lo largo de nuestra vida nuestro progreso personal como individuos, tanto el material como el espiritual, depende de en donde tenemos nuestras metas, hacia dónde están puestos nuestros ojos; el aprender a ver lejos y a tirarle a las estrellas, siempre lo hemos considerado una virtud, es la virtud del Quijote.
El tamaño de nuestros sueños y su calidad determina en muchos aspectos qué tan felices somos, las cosas en las que tenemos puesta la mirada y además es lo que determina nuestra trayectoria en la vida. Nadie puede predecir lo que nos va a pasar en el futuro –eso ya lo sabemos todos muy bien–, pero es cierto que, hasta cierto punto, somos capaces de controlar algunos aspectos de nuestro futuro. Lo que pasa en nuestras vidas –en buena medida, no al 100%, por supuesto- depende de lo que nosotros queremos. En la medida en la que podamos poder nuestra mirada en un futuro mejor, es más probable que logremos participar en la construcción de un futuro así, y esa es una de las virtudes de la buena ciencia ficción: nos ayuda a delinear un futuro distante, extraño y maravilloso; y paso a paso nuestro caminar en la vida toma esa dirección; como mencionaba, es la virtud del Quijote: el apuntar lo más alto posible, aunque no se llegue. Si una generación tras otra sigue nuestro camino, tienen su mirada intelectual puesta en un futuro mejor, al cabo de un tiempo el presente se hace mejor. De hecho, nuestro presente, con todos los problemas que tiene, es mucho mejor que la vida cotidiana que se tenía en todo el mundo durante el renacimiento; en la actualidad, en retrospectiva, pensamos que fue una época maravillosa, pero vivir en esos tiempos fue verdaderamente horripilante: guerras continuas, epidemias…, el concepto de injusticia social no existía porque la palabra justicia prácticamente no tenía significado en aquella época, a menos que fuese uno una persona muy notable, con mucho dinero.

El tomarse un poquito de tiempo para imaginar mundos extraños, mundos extraordinarios, es abrirle el camino al progreso.

Tomemos el caso de Julio Verne que publicó sus sueños fantásticos sobre un futuro extraño: ¿cuánto
de ese futuro se ha convertido en realidad? Y eso que Julio Verne viajó solamente una vez en su vida: de joven se subió a un velero para irse en pos de la aventura y cuando regresó su papá le dijo “prométeme que no vas a volver a correr una aventura como éstas” y el hijo cumplió. El papá quería que se dedicara al negocio familiar -él había hecho mucho dinero manejando acciones y ese tipo de cosas– pero Julio no mostraba interés en eso; él quería dedicarse a escribir y un día el papá agarró una de sus novelas y le dijo “vamos a ver si de verdad sabes escribir”. Para resumir la historia, a la mañana siguiente regresó el papá completamente desvelado porque no había podido pegar el ojo debido a que no había podido dejar el libro de su hijo. Concediéndole el hecho de que era buen escritor, le dio permiso para dedicarse a escribir. Casi todos los sueños de Verne se originaron en una torre que mandó construir y que tenía ojos de buey -ventanas circulares que se encuentran en muchos barcos antiguos-, en el centro había un timón que no servía para nada excepto para imaginar que estaba en un barco explorando lugares exóticos que describió con gran detalle en sus libros a pesar de que nunca los conoció; él soñó con viajes al otro lado del mundo y más allá de las fronteras de la Tierra…, y todos nos podemos dar cuenta de lo que pasó, la próxima vez que la Estación Espacial Internacional pase por encima de su ciudad, piense en Verne y en cómo la CF nos alentó a ganarnos un lugar entre las estrellas y entonces sí, agarre un librito de CF y póngase a leerlo *.

Hay mucha CF mala y mucha CF buena, todo consiste en leer mucho y en decidir qué cosas nos gustan y qué cosas no.


* Nota: para  una biografia más completa junto a una discusión de sus motivaciones, obras, etc., recomiendo mucho el podcast "Verne y Wells Ciencia Ficción" en iVoox que está enfocado a la divulgación de la CF clásica, la fantasía y sus autores.




Opinado inge y los explicados malditos.
Meshiko-Tenochtitlan  17.11.15
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