jueves, 3 de agosto de 2017

Mercaderes del Espacio de Frederik Pohl y Cyril Kornbluth.

The space merchants. Escrito originalmente en 1953, publicado en español hasta 1973, ediciones Minotauro, S.R.L., traducción de Luis Domenech.


En un mundo futuro, el poder mundial yace en los consorcios privados: lo que pueden anunciar y vender. Aunque hay leyes, en realidad no importan las mentiras o exageraciones en el mercadeo de “productos”. Incluso se recurre a incorporar pequeñas cantidades de droga en los comestibles para que el consumidor se vuelva dependiente y le sea “fiel” a una marca, publicidad subliminal y mercadeo directo a lo que se supone es su público objetivo, incluso utilizando publicidad con promesas falsas, pero espectacularmente hecha. Esta utopía tan pesadillesca se caracteriza por tener estrictamente estratificada a la sociedad en los ya míticos tres mundos: productores, ejecutivos y consumidores; es tan extrema la codicia del sistema capitalista, que se fomenta el consumismo a pesar de que la ecología planetaria ya está devastada, los derechos humanos y civiles no importan, hay una sobrepoblación alarmante, las mujeres son discriminadas a pesar de que pueden llegar a nivel ejecutivo; cualquier ser humano que no pertenezca a la línea de producción es considerado consumidor y es tratado según su poder de compra, sin importar su inteligencia, integridad, moralidad, etc.

En esta ambientación distópica, se relatan los detalles de un nuevo proyecto: la colonización de Venus, aunque para la compañía líder en este mundo (llamada Sociedad Fowler Shocken) es considerado como la venta de un planeta. Y el liderazgo de este proyecto es asignado al personaje principal de la novela: Mitchell Courtenay. Venus es verdaderamente horrible y su colonización presenta un verdadero reto: los colonizadores tienen que ser verdaderos aventureros capaz de soportar toda una vida de sacrificios cuya única recompensa va a ser la esperanza de haber allanado un poco el camino para el progreso de la humanidad. Pro los mercadólogos de la sociedad Shocken lo ven diferente: hace anuncios y difunden rumores acerca de la grandiosa aventura de la colonización de Venus, cómo los colonizadores van a ver coronados sus esfuerzos por la gloria, la fama y riquezas enormes; difunden mensajes con espectaculares efectos especiales, actores diciendo mentiras y exageraciones en un ambiente de paz y armonía.
El Venus según la mercadología: tierra de aventuras y oportunidades.

El Venus real: atmósfera irrespirable, rocoso y árido.
Seguimos a Courtenay mientras trata de implantar su “marketing” cuando trata de poner en forma al personal de sus oficinas en San Diego, tiene que viajar al polo norte para interrumpir las vacaciones del responsable local de esas oficinas, pero es emboscado en un glaciar, narcotizado y envuelto en una intriga donde es identificado como un trabajador de un plantío en Costa Rica.
A partir de este punto, el relato se enfoca en los esfuerzos, aventuras y frustraciones de Courtenay para presentarse ante los ejecutivos de su empresa, que lo reconozcan y lo reinstalen a su nivel ejecutivo.

Cuando al fin alcanza a rozar los niveles ejecutivos (a base de trampas, asesinatos y engaños), se entera que fue traicionado por su propia esposa, Kathy, con ayuda del responsable de las oficinas en San Diego; pero todo fue con el fin de que conociera de primera mano la vida de los consumidores y al regresar al nivel ejecutivo hiciera algo al respecto.
Pero usa lo que conoció para identificar y eliminar las amenazas de su compañía rival y, sobre todo, las infiltraciones de la Asociación Mundial Conservacionista (llamado consistas; hacen todo lo posible por alcanzar la justicia social, evitar el mercantilismo y evitar la destrucción total de la ecología del planeta), hasta que se da cuenta que los consistas están demasiado infiltrados y son demasiado poderosos y grandes, así que decide pactar con ellos: darles el dominio absoluto de Venus a cambio de que dejen la Tierra en manos de los mercantilistas.

Aunque el nivel narrativo de la novela es bastante cerebral, no cae en el subgénero hard, toda la ambientación inicial está descrita en una forma demasiado directa y plana (bastante efectiva, pero no muy agradable) y falla sobre todo al final, al tratar de convencernos de que “se arreglaron y fueron felices y comieron perdices”.

Quizá no es una novela muy recomendable, pero vale la pena tener en cuenta sus ideas.


Mercantilista inge y los consistas malditos.
3.8.17 Meshiko-Tenochtitlan.

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